Esta vez no me importa cuanto llueva en la mañana. Aunque el cielo se caiga sobre nuestras cabezas en óxido, no me importa. Hoy no será aquel melancólico día por el que pasaba horas y horas sentado de brazos cruzados, con la pupila clavada en la ventana, envuelto en una sábana y viendo como el tiempo se paralizaba justo en ese mismo momento, encontrándome totalmente alborotado por recordar tristes recuerdos del pasado que ya en su período fueron más que ahogados. Pues este día reconfortante es mi mañana, cálido mi despertar y poseo todo cuanto pudiera desear. Sin preocupaciones en las que pensar, pues en un barco de papel lancé todo a la mar.
Anoche en Australia. Anochece y solo un mar de parpadeantes estrellas se eleva sobre sus rostros. Ella le sonríe, le sonríe como nunca antes y en un delicado acto de dulzura, suavemente, deja hundir sus humildes pómulos sobre el ameno pecho de él, adoptando el deseo de rendirse al verano de su abrazos; de rendirse a la embriaguez de sus besos y a los placenteros bailes de sus caricias anunciando una victoria.
Curioseando por Internet de página en página, encontré en un pequeño fragmento. De momento supe que el significado para mi era del todo cierto. Así que no pude evitar archivarlo entre mi papelajos. Aquí va...
LA ESTRELLA QUE SE ENAMORÓ DE LA LUNA
Y yo irreconocible entre un montón de destellos nocturnos soy como una estrella... Que desea brillar semejante a la "Luna", para así llamar su atención, pero no lo consigo... Porque aunque logré plagiar sus halo, mi origen me dictará que sigo siendo una estrella...