lunes, 10 de septiembre de 2012

Podía oír mis pensamientos rodando y chocando entre ellos como las olas del océano.






Y ahí estaba nuevamente, el agua helada empapando mi espalda. Sentía cerca el frígido océano de miedo, listo para derrumbarse encima mía y llevarme en un rápido viaje hasta el fondo.
Era imposible el tiritar, esta agua congelada que se había instalado dentro de mí me impedía acceder a cualquier válvula de escape. Era tan fría, que iba directamente a mi delicado y frágil corazón. Rasgando consigo capa a capa de calor fuera de él como el gran gigante glotón poseidon. Entonces salió el sol y la realidad se impuso.

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