No puedo pensar, ni siquiera tan solo ni reaccionar. Esta habitación me absorbe a mí y a mi negatividad, o más bien mi negatividad absorbe esta maldita habitación sin techo ni corazón. Es la tumba de mi perdición, la casa de la soledad escondida y la desesperación. Rezo por salir a flote, de salir a flote de los océanos que la lluvia inunda el caos que llevo dentro. Y si muero y el corazón pierdo, solo quedarán de mi las espinas, y si lloro y la razón no encuentro, seré solo una triste rosa muerta, envuelta en una tumba mezquina. ¿Qué más me queda? Si mirar tras el cristal me ciega, pues más allá de él es todo niebla, una espesa niebla que trae consigo melancolía y desdén, y con sus danzas y caricias de dulzura me llevan, enterrando la tumba de mí que tanto me atormenta.
