Amanecí entre suaves bostezos y me asusté.
No eran picaduras de abeja, ni siquiera de mosquito;
lo que en mi piel había tatuado eran picaduras de amor.
¿Quien habría revoloteado esa noche entre mis sabanas?
¡Ah, eras Tú! Ahora vienes a mi cama
para encontrarte conmigo de nuevo,
vienes a acurrucar tu abrigo entre mis brazos y decirme
"aquí me quedo".
No hay comentarios:
Publicar un comentario