miércoles, 18 de abril de 2012

Un barrio de locos.



El llegar de las noches sería absolutamente precioso si no fuera capaz de acordarme que el siguiente día que me espera será monótono a este. Madrugada a las 8:00 para llevar a la peque al colegio toda zombificada y horrorosamente desaliñada, desayunar el té de cada día y dos tostadas de nada, un mini paradón en el ordenador entre medias y ya a partir de ahí a encargarse de las tareas de casa, (como dice mi madre, es lo que tiene quedarse sin estudiar un añito).
Es graciosa la casualidad de que cada vez que salgo al patio a tender la ropa, tengo que aguantar a las vecinas desquiciadas que por una u otra la toman con sus bebes o pequeñajos. Solo me dejan una cosa clara, que las mujeres a partir de los treinta y tantos o para arriba, ¡no deberían tener hijos! Me dan una verdadera lástima sus hijos, porque sus gritos me asustan hasta a mí. Tengo que subir el volumen de la música a una gran escala para soportarlas.
¡Que desquicio!

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