martes, 22 de noviembre de 2011

Un sueño constante.



A veces me olvido de lo que es soñar, y camino en línea recta hacia abajo de la calle desierta, una calle solitaria y oscura, pero la verdad es que no estoy despierta. Extiendo los brazos al aire sintiendo su vacío, y el único aire que se respira es el mío. De repente, la lluvía contra mí se revela inyectando frío en mis venas hasta llegar al rincón más inútil de este cuerpo que poco a poco se hiela. Paralizada, atemorizada, sola...en esa nada. Desaturado mi cuerpo y mis ojos como el barrio al que no pertenezco y se cae a trozos.

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